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Commentary
La Nación (Costa Rica)

El 'Affaire' Klinghoffer

A protestor holds a sign outside the Metropolitan Opera at Lincoln Center on opening night of the opera, 'The Death of Klinghoffer' on October 20, 2014 in New York City. (Bryan Thomas/Getty Images)
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A protestor holds a sign outside the Metropolitan Opera at Lincoln Center on opening night of the opera, 'The Death of Klinghoffer' on October 20, 2014 in New York City. (Bryan Thomas/Getty Images)

Finalmente, el pasado lunes, la controversial obra de John Adams, La muerte de Klinghoffer, se presentó en el Metropolitan Opera de Nueva York, primera de una serie de funciones que quizás se extienda hasta diciembre. Pocos apuestan a esta prolongación, ni mucho menos a un renacer primaveral en la temporada del 2015.

Tragedia auténtica. La tragedia que esta ópera revive es genuina y ocurrió en 1985, cuando el lujoso crucero italiano Achille Lauro fue secuestrado por terroristas palestinos. Uno de los turistas que viajaban en el crucero era un anciano judío, León Klinghoffer, enfermo y confinado a una silla de ruedas. Los secuestradores pretendían, a cambio del navío y de sus pasajeros, la liberación y entrega de cómplices terroristas que guardaban prisión en Israel.

En el curso de difíciles e interminables negociaciones, el barco se enfiló hacia Siria. Impacientes, los secuestradores se tornaron violentos y, exasperados, lanzaron a Klinghoffer, postrado en su silla de ruedas, al Mediterráneo. Este horrífico episodio fue reeditado en la obra de Adams, conocido autor norteamericano con varias óperas en su palmarés.

La ópera, compuesta en 1991, fue puesta en escena por algunos teatros europeos, inclusive la Ópera de Inglaterra. También la presentó, en forma de concierto, el BAM, como se conoce al Brooklyn Academy of Music, en Nueva York.

En esos años postreros del siglo XX, el opus de Adams no topó con mayores tropiezos. No obstante, ya en el curso del presente siglo, Adams fue llamado a realizar cirugías menores para ajustar el libreto a los gustos en boga del público europeo. En este sentido, las producciones calibraban la salsa pro palestina de la ópera para halagar los oídos de la izquierda europea y la creciente ola antisemita del Viejo Continente.

Oposición. Esta ópera fue propuesta el año pasado al rector ejecutivo del Metropolitan, Peter Gelb, para la actual temporada. A Gelb le gustó la obra, pero demandó algunas correcciones. Sin embargo, cuando salió la noticia, la oposición resultó mucho mayor que la anticipada. Importantes organismos judíos, particularmente la ADL –Liga Antidifamación–, exigieron el retiro de la ópera. Igualmente se pronunciaron numerosos foros, sobre todo los hispanos, en atención a los vínculos de la historia con Fidel Castro.

Una tormenta de intensa gravedad sacudió entonces al Metropolitan, la cual presagiaba, incluso, la pérdida de fuentes claves del financiamiento de la institución. A partir del agravamiento de la crisis, se inició una negociación sobre los cambios. Ante todo, había que encarar el fuerte sentimiento contra el drama, subrayado por el temor de amplísimos sectores al contagio del “ébola” antisemita europeo. Finalmente, la semana pasada se acordaron reformas profundas en el drama escénico, las cuales no fueron enteramente del gusto de quienes protestaban, ni de sus amigos financistas, ni tampoco de familias de vieja raigambre neoyorkina.

Dos escenas. Quedó acordado centrar la trama en dos escenas, cada una al estilo de los grandes oratorios: una de filo palestino y la segunda de corte judío. El texto también experimentó cambios fundamentales. Así, de acuerdo con el nuevo libreto, el lanzamiento al mar del anciano Klinghoffer en su silla de ruedas se redujo a una evocación de lo ocurrido. Esto nos da una idea de lo que Gelb y su gente deseaban, que no era exactamente conforme con las predilecciones de los manifestantes.

Con todo, en el atardecer del lunes, frente a la cara principal del teatro se apostaron centenares de manifestantes que protestaban contra la presentación de la debatida obra. Unas horas antes, en un costado del Metropolitan, se realizó también un magno mitin en el que figuras sobresalientes de la política expresaron su solidaridad con los manifestantes.

Futuro incierto. Dentro del teatro también circulaban manifestantes y, durante la presentación, algunos intentaron abuchear a los cantantes. En fin, hay abundantes reseñas de lo ocurrido, pero habrá que esperar a lo que suceda en las próximas funciones. De esto posiblemente dependa el futuro de la actual administración de la histórica casa de ópera.