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Commentary
La Nación (Costa Rica)

Democracia a la medida

Hugo Chávez se ha propuesto, una vez más, reformar la Constitución para ajustarla a las dimensiones de su creciente megalomanía. Espera, en el referendo del 2 de diciembre próximo, una ratificación abrumadora de su proyecto totalitario con el cual, de concretarse, cerraría cualquier espacio de expresión cívica que aún exista. Asimismo, confía en que, de nuevo, la ciudadanía accederá mayoritariamente a sus designios, que podrá entonces exhibir ante el mundo como avances democráticos. La democracia que concibe Chávez es, al fin de cuentas, una democracia hecha a su medida.

Sin embargo, el respaldo a su régimen ya no luce tan sólido como hasta hace unos meses. Han aparecido grietas importantes que presagian tiempos tempestuosos. El Ejército y los estudiantes, pilares claves del modelo chavista, se muestran inconformes, al tiempo que la corrupción campea en el Gobierno y la inflación golpea los bolsillos de los más necesitados, es decir, del grupo social que más ha apoyado a Chávez.

Ruptura. El más serio e inmediato de los desafíos es, sin duda, la escisión en las fuerzas armadas con respecto a los planes de Chávez, visible en la arena pública y señal inequívoca de la crisis que ha surgido. Así lo ha confirmado nada menos que Heinz Dieterich, el gurú de Chávez, así como de la jefatura militar, en la revista Rebelión: “La convocatoria pública del ex General en Jefe y Ministro de Defensa venezolano, Raúl Isaías Baduel, de votar en contra de la reforma constitucional propuesta por el Presidente Hugo Chávez y avalada por la Asamblea Nacional, ha sacudido un orden nacional que parecía estable... A la luz de lo que está en juego, la responsabilidad histórica ineludible de ambos excompañeros de armas es resolver la crisis política actual”.

El mentís a Chávez, en forma pública y en términos conminatorios por parte de una figura emblemática de los militares como es Baduel, no se habría producido en el vacío y aislada. Lejos de ello, Baduel cuenta con un amplísimo respaldo castrense y si escogió hacer pública la disensión es porque se agotó el diálogo interno con Chávez.

Corrupción. Converge en este trasfondo la severa crisis de confianza que aqueja al régimen por las dimensiones de la corrupción. No sorprende el impulso tomado por dicha patología en Venezuela bajo Hugo Chávez porque, en general, la corrupción y sus efectos desestabilizadores han sido intrínsecos a las dictaduras. Ayunos de los mecanismos depuradores de la democracia, en especial la fiscalización institucional y un régimen de prensa independiente y vigoroso, los despotismos invariablemente se tornan caldo de cultivo de la corrupción. Este fenómeno fue patente en el nazifascismo germano y el comunismo soviético, e invariablemente ha sido así en las autocracias de signos diversos alrededor del globo.

La corrupción, precisamente, deslegitimó a los partidos políticos tradicionales de Venezuela y dicho proceso, a su vez, abrió el camino al populismo chavista. De ahí en adelante, la corruptela creció de la mano con el autoritarismo, al punto que hoy Venezuela es considerada un paraíso del crimen, tutelado y cultivado por sus autoridades. No en vano, dicho país se ubica en la vanguardia internacional de la corrupción, conforme lo señalan informes del Banco Mundial y otros organismos.

Drogas y homicidios. La cornucopia del petróleo pudo haber mejorado dramáticamente las condiciones de vida de millones de venezolanos. Sin embargo, las prioridades del aventurerismo mundial de Chávez, y el creciente apetito de oficiales venales que se sirven con cuchara grande, han impuesto límites estrechos a los derroteros sociales. El mal hoy se extiende a los jueces y a la Policía. En una reciente entrevista de prensa, el Procurador General, Isaías Rodríguez, reconoció la amplitud del fenómeno en el Ejército, el sistema judicial y los organismos de seguridad.

Al abrigo de la corruptela y la politización de militares, jueces y policías, la impunidad se ha multiplicado y, bajo su ala protectora, el número de crímenes violentos, en especial homicidios, se ha disparado a niveles sin precedentes. Asimismo, el narcotráfico ha echado raíces en Venezuela, alentado además por la porosidad de la zona fronteriza con Colombia y el padrinazgo de la guerrilla. De hecho, cifras de las entidades antidrogas del Gobierno norteamericano revelan el papel clave que Venezuela ha alcanzado en el narcotráfico mundial.

Descomposición. En una conferencia del Hudson Institute, en Washington, el 15 de noviembre último, John Walters, director de las políticas de la Casa Blanca contra el narcotráfico, describió cómo el éxito de Colombia en su campaña antidrogas se ha reflejado en una reducción de la oferta, el aumento del precio y la disminución del consumo de la cocaína en las mayores ciudades de Estados Unidos. Asimismo, Walters señaló que el flujo de drogas ilegales a través de Venezuela se quintuplicó , al pasar de 57 toneladas en el 2004 a 250 toneladas en el presente año. Otras fuentes indican que la mayoría de estas drogas acaba en Europa.

Estos desarrollos perfilan la creciente descomposición del régimen. Así se desprende de un esclarecedor artículo del intelectual venezolano y editor de la revista Foreign Policy, Moisés Naim, en el diario español El País (“La historia oculta de Venezuela”), en el cual puntualiza que ahora, en Caracas, además de agrupaciones terroristas del Cercano Oriente, también radican las cúpulas de los carteles de la droga y mafias del crimen organizado. Hugo Chávez se ha lanzado de esta forma a un abismo sin retorno. Los estudiantes que a diario protestan masivamente en la capital, y los militares que han tomado distancia de Chávez, han discernido los oscuros designios que se ciernen sobre su país.