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Commentary
La Nación (Costa Rica)

Nubarrones sobre Latinoamérica

Los graves problemas que encaran varios países europeos y sus posibles repercusiones sobre otras economías, podrían opacar el panorama del crecimiento de Latinoamérica. Es cierto que la crisis financiera internacional del 2008 la encontró mejor preparada que en otras ocasiones, pues había hecho bien su tarea con una sana conducción macroeconómica en los años previos. Tuvo además la buena fortuna del contexto de precios altos de materias primas y un creciente comercio con Asia que apuntaló la recuperación.

Gracias a ambos factores, en el 2011 las exportaciones de Latinoamérica y el Caribe crecerán un 27% por segundo año consecutivo, según estimaciones de la Cepal, mientras el producto interno bruto (PIB) crecerá 4,7%, cifra alta aunque menor que el año anterior (5,9%). Otros indicadores como el consumo interno, ingreso per cápita y el crecimiento de la clase media, también apuntan a una importante recuperación.

Sin embargo, tener que afrontar otra crisis tan cercana a la anterior, podría frenar nuevamente el impulso de nuestras economías. Tal desenlace sería alentado por dos elementos nuevos que complicarían el panorama. Primero, en esta ocasión las economías emergentes en Asia y otras regiones se verían más afectadas que en la crisis previa, por lo que no amortiguarían el golpe. Segundo, nuestros países hicieron un sacrificio importante en estos años y, por tanto, tienen menor capacidad de maniobra en sus instrumentos de política económica.

Crisis empeora. El anuncio hace pocos días del descalabro del gigante bancario belga Dexia, el primero en caer por la crisis de la zona euro, repercutiría como efecto dominó y provocaría una crisis peor que la del 2008, pues también llegaría a Estados Unidos y Japón, según Robert Shapiro. Hace una semana, The Economist apuntó que aun cuando la crisis del euro se resolviera en el acto, el PIB de Europa probablemente caerá en los próximos meses, y sostuvo que si los líderes de las economías desarrolladas no actúan con mayor audacia, la economía mundial se mantendrá en dirección a un hoyo negro. El británico David Cameron, en una entrevista con el Financial Times, incluso urgió a Europa a completar un plan muy pronto porque “el tiempo es muy corto para evitar una crisis mayor.”

Esa afirmación alude a las autoridades europeas que no han logrado consensuar un “gran plan” para salvar su moneda única. Numerosos analistas consideran que el fondo de rescate que prepararía la Unión Europea no va a funcionar, con la consecuente crisis de deuda soberana y la amenaza para todo el sistema bancario europeo. Entre tanto, la reestructuración de la deuda de Grecia y la barrera protectora alrededor de Italia siguen a la espera de decisiones. Aquí, destaca la posición dubitativa de Alemania, donde la opinión pública ve las soluciones como un apoyo al despilfarro fiscal de países como Grecia, y los líderes no han planteado debidamente la dura verdad de que el rescate es necesario para salvar los propios bancos alemanes del efecto dominó que una crisis tendría.

La realidad es que Alemania enfrenta un dilema, desagradable pero inevitable, entre una solución costosa (aumentar el fondo de rescate) y una solución ruinosa (efectos de la crisis sobre su economía), y cuanto antes tenga clara esa realidad, será mejor para todos. Resulta inquietante que en Europa, que ha impulsado por más de medio siglo un esquema de integración e interdependencia, algunas sociedades crean que la crisis de Grecia y la maltrecha condición de otros países no golpeará a más naciones de la zona euro.

Pero los nubarrones no se limitan a Europa. Las trabas políticas norteamericanas tienen a la mayor economía mundial rumbo hacia el ajuste fiscal más exigente de cualquier potencia en el año 2012. Muchos factores sugieren que el gasto futuro se debilitará aún más, aunado a la falta de acuerdos políticos entre republicanos y demócratas sobre el déficit en medio de una campaña electoral. Un menor dinamismo económico en Estados Unidos golpearía directamente a América Latina, la cual provee el 20% de las importaciones totales norteamericanas, superada solo por China, de donde proviene 34% de ese total.

El efecto dominó podría seguir si, a raíz de una recesión mayor en Estados Unidos y Europa y al “sobrecalentamiento” de las economías emergentes, se hace realidad el temor de una desaceleración en China. En general, las exportaciones de América Latina a Asia crecieron un 22% anual durante el quinquenio 2005-2010, el triple que las demás. La sola posibilidad de contagio en China ha provocado ya la caída en precios del cobre, soya y petróleo, de vital importancia para los ingresos por exportaciones de la región.

Necesaria cautela. Así las cosas, los Gobiernos latinoamericanos deben actuar con suma responsabilidad y cautela para afrontar los nubarrones que se ciernen en el panorama global. Los problemas actuales pueden tener su origen en Europa, pero no se detendrán ahí. Las condiciones internas que permitieron los buenos resultados de que gozan nuestros países no deben descuidarse, en particular las relativas a la competitividad. Por el contrario, deben fortalecerse, esta vez para enfrentar la crisis de “los países desarrollados”. Se ha vuelto común que voceros de Gobiernos e instituciones regionales señalen que esta es la “década de América Latina”, en recuerdo quizá de la “década perdida” en los ochenta que desnudó nuestras fragilidades y también tuvo su origen en la deuda de los Gobiernos. No seamos incautos y ojalá los éxitos recientes no empañen nuestra preparación para lo que se perfila en el horizonte.